Investigación

MÚSICA SILENCIADA. La música nuestra que no oímos.

El conservatorio conserva

En mi generación salir de un conservatorio de música con un título bajo el brazo (de canto, de piano, del instrumento que fuese) significaba el haber estudiado durante años un repertorio musical que creíamos único: la música clásica.

Acercarme a la música antigua, a los repertorios medieval, renacentista y barroco añadió algunos adjetivos más al concepto de música clásica: es en su mayor parte Europea, es escrita y era interpretada desde una óptica contemporánea, incluso romántica, con instrumentos sinfónicos.

En estos últimos 20 años la situación ha cambiado en gran medida: los instrumentos antiguos y la música antigua han encontrado su lugar en conservatorios. Con ello la interpretación de este repertorio ha adquirido una perspectiva más historicista que contemporánea. Nuestro foco de atención se ha ido descentralizando y se ha abierto de miras.

Otra música

Pero todavía queda mucho camino por andar. Presenciar hace unos 15 años cómo mi profesor, Dominique Vellard, escuchaba cantar a mi padre con reconocimiento y disfrute mientras yo menospreciaba su canto me sorprendió en gran medida obligándome a cuestionar ciertos temas.

Primero preguntarme qué era y dónde estaba este repertorio que mis padres habían cantado toda su vida, y en consecuencia volver a su lugar de origen, en este caso Castilla la Vieja donde se encuentra el resto de mi familia y, por uno de esos guiños del destino, el centro etnológico más importante que hasta hoy he visitado en España, la Fundación Joaquín Díaz, de Urueña (Valladolid).

La primera visita la realizamos junto a Dominique Vellard y la recuerdo con una mezcla de sorpresa y confusión, entusiasmo, excitación y la impresión de no abarcar tanta música. Miles y miles de melodías, que ya no se escuchan, que ya nadie canta. Centenares de cancioneros recogidos durante el s. XX, grabaciones realizadas desde 1930, un patrimonio oral de grandes dimensiones al que apenas unos pocos prestan atención y que hemos dejado olvidado en un rincón de nuestra casa, …. Un repertorio de una calidad musical envidiable que es parte de nuestra identidad y que ya no oímos: la música de un mundo rural, un mundo pobre en la historia de nuestro país.

Biblioteca Fundación Joaquín Díaz, de Urueña

Música silenciada

La mayor parte de estas melodías no guardan relación alguna con la música clásica europea y su comprensión se nos hace difícil. Es un repertorio oral y por ello hay que acercarse a él desde una óptica alejada de la música clásica europea, siendo éste un repertorio escrito en el que partitura y compositor son los protagonistas frente a un repertorio oral en el que la partitura es un medio para nosotros pero no para el intérprete que en cierto sentido es también compositor.

En su gran mayoría son breves melodías que en un gran numero de casos no responden a una tonalidad, ni a un ritmo regular. Comprender este repertorio oral implica comprender la improvisación, la modalidad, el canto libre, las escalas no temperadas, todos éstos, parámetros afines a ciertos repertorios de música antigua que me han abierto las puertas para acercarme a esta música.

Qué hacer con ella

Primero me concentro durante algunas semanas exclusivamente en un cancionero de la primera mitad del s. XX con el objetivo de quedarme con algunas características generales del mismo. Analizo cada pieza y realizo una selección de entre ellas en función de sus características melódicas, rítmicas, formales, … . Si el documento es sonoro y no escrito, a esta selección le sigue una fase de transcripción de las piezas, proceso delicado puesto que no es fácil establecer un sistema de notación coherente para fijar una música que nunca ha sido concebida para ser escrita. Las anotaciones musicales no pretenden ser partituras a partir de las cuales interpretar la pieza, si no un medio de análisis y de comprensión de la misma.

Por último aprendo el repertorio de memoria, aprendo a improvisar dentro de una misma pieza o de una pieza a otra, prescindo del papel que me ha servido para analizar y continuo con una forma de transmisión oral. Observo que cada vez que se interpreta una pieza es una nueva pieza y es la misma pieza a la vez. Esta es la magia de la oralidad: no hay unas pautas escritas que obedecer pero hay un repertorio, un estilo y una estética que definen una tradición.

Me acompañan en este camino …

En estos 15 años que llevo aprendiendo y descubriendo estas melodías me he rodeado de músicos que me abren las puertas a otros repertorios de carácter oral y con ellas al repertorio peninsular. Dominique Vellard me ha enseñado a valorar el documento sonoro y la interpretación del mismo utilizando el documento escrito como fuente y no como fin gracias al estudio de determinados repertorios medievales. Baptiste Romain, me acompaña por el lejano mundo de la improvisación modal haciendo que me sienta capaz de hacer música sin la necesidad de una partitura. Con ellos ha nacido el grupo Vox suavis que ha estado más de 10 años ofreciendo conciertos en diferentes países de Europa.

Figuras como Joaquín Díaz con su generosidad y su apoyo, me ayudan a seguir adelante en esta empresa, llena de momentos en los que me cuestiono el porqué y el cómo. Mis visitas a la Fundación se han hecho regulares para continuar con un trabajo de investigación y estudio que enriquece en gran medida mi formación como cantante y los conciertos que ofrezco.

Cantaderas, un grupo de cantantes especializadas en musica antigua, es el proyecto que da cuerpo a muchos años de búsqueda, no solo musical sino personal. Poder dar voz a la mujer gracias a un repertorio que ha sido infravalorado durante siglos es para mí una satisfacción plena. Cada concierto o encuentro con Cantaderas es una reivindicación humana y musical que da sentido a todo el trabajo realizado y todo el camino recorrido hasta ahora.

Y …

Por último, de alguna forma siento la responsabilidad de dar cuerpo y vida a toda esta música, a todas estas melodías escritas en viejos libros que tan pocas veces se abren. La responsabilidad de cantar por el que no puede porque ya no tiene voz: la voz de todos esos pueblos que han ido desapareciendo durante todo el siglo anterior. Un reconocimiento a todas aquellas personas que solo dejaron de cantar cuando ya no se sintieron escuchados por el mundo que les rodeaba, como mis padres.